En el centro para menores detenidos Francisco Legarra las puertas no tienen picaporte. Los s al exterior, pero también entre los ambientes internos de la institución del sistema penal juvenil, están asegurados. Y las manijas que permiten abrir y cerrarlos son de dominio personal.
Cada directivo, miembro del equipo técnico y profesor de algún taller tiene una propia, siendo un rio que distingue a quienes no están privados de la libertad de quienes sí lo están. Su tenencia habilita la circulación entre los pasillos de las cinco habitaciones enrejadas en las que conviven 28 adolescentes, sobre quienes pesan acusaciones por todo tipo de delitos.
Es un martes de otoño por la mañana en Abasto, una localidad argentina a unos 60 kilómetros de Buenos Aires. En el parque del Legarra se juega al fútbol. Contra un paredón blanco estallado por los rayos del sol, los internos respiran al aire libre mientras esperan su turno para entrar a la cancha.
Brian (el nombre es ficticio para resguardar su identidad porque, como el resto, es menor) se separa del grupo para hablar con CNN y dice que no quiere volver a robar, pero que muy posiblemente lo vuelva a hacer.
Tiene 17 años y es su tercer ingreso a lo que se conoce como un instituto de menores, centros del sistema penal juvenil que albergan a menores de 18 años que infringieron leyes penales.
La primera vez que “cayó” detenido por la Policía tenía 15 años. Repite la fecha como si la tuviera tatuada: 6 de enero de 2023. “Fue por robo automotor agravado por el uso de arma de fuego. Estaba yo y otro compañero mío, estábamos en una moto, estábamos robando y caímos”, dice.

La ley penal juvenil en Argentina
En Argentina, la ley penal juvenil establece que pueden ser juzgados y condenados penalmente los menores de entre 16 y 18 años, en el caso de cometer delitos con penas superiores a los dos años de prisión. Aunque, hasta no cumplir la mayoría de edad, no ingresan a una cárcel de adultos, sino que permanecen en centros especializados.
Para los menores de 16 años, como entonces era Brian, existen medidas de privación de la libertad bajo una lógica tutelar, en caso de que un juez lo considere necesario de acuerdo con la gravedad del delito cometido y la vulnerabilidad de su contexto. En ese escenario, se les abre un legajo en la Justicia e ingresan a centros no-cerrados, de los que no pueden salir sin autorización.
Sin embargo, hace un mes, el 6 de mayo, la Cámara de Diputados aprobó en comisiones un dictamen que establecería la baja en la edad de punibilidad a los 14 años, con penas de hasta 15 años. La propuesta ―apoyada por diversos sectores de la política, entre ellos el gobierno y de partidos de centro y centro-derecha como el PRO, Unión Cívica Radical y Coalición Cívica― quedó lista para ser discutida en el Congreso, aunque aún no se define cuándo será la votación.
La población de menores detenidos, en cifras
Claudia Cesaroni es abogada especializada en criminología y pertenece a la red Argentina No Baja, integrada por especialistas, organizaciones sociales y políticas contra la baja de la edad de punibilidad. En diálogo con CNN, dice que uno de los problemas nodales cuando se discute un nuevo régimen penal para adolescentes es justamente la edad a partir de la cual pueden ser juzgados.
“¿Qué se hace con los que no son punibles? Siempre va a haber uno, dos o 10 chicos en todo el país que cometan delitos por debajo de esa edad. Hoy 16, supongamos mañana, 14. ¿Qué se hace con ellos?”, se pregunta.
Según las últimas cifras oficiales, de 2022, los menores detenidos en institutos penales juveniles o con arresto domiciliario eran 4.437. Mientras que el censo del mismo año señala que la población de adolescentes de 13 a 17 años era superior a los 3,5 millones.
“Eso significa el 0,1% del total de esa población de chicos y chicas de 13 a 17 años que hay en todo el país. Poner el foco en los poquitos que cometen delitos, cuando cientos de miles de esa franja no tienen garantizados sus derechos…”, plantea Cesaroni. “Esos poquitos que miramos con lupa y sobre los que se plantea justamente bajar la punibilidad para que el sistema penal los atrape más chiquitos son una absoluta minoría, no solo con la totalidad de los adolescentes sino también con relación a los que de esa franja tienen incumplida la mayoría de sus derechos, desde comer hasta ir a la escuela”, argumenta.
La historia de Brian
El domicilio de Brian ―que figura en los registros del Legarra― está ubicado en un barrio de casas bajas y calles de tierra, en el norte de la provincia de Buenos Aires, a más de dos horas en transporte público. Para viajar de un lugar a otro, se requiere de una combinación de al menos cuatro medios de transporte entre colectivos y trenes.
Brian es el más grande de seis hermanos. Su papá murió antes de su primer cumpleaños. “Tenía ocho meses”, cuenta. De sus cinco hermanos, tres de ellos viven con el padre. Él (cuando se encuentra en libertad) y otra de sus hermanas viven con su mamá y, en la misma vivienda, está la más chiquita, una bebé que es de la nueva pareja de la mamá, que también vive con ellos.
La casa está en el mismo terreno que la de su abuela. Cuando Brian era un bebé, su mamá se fue a vivir con un novio y lo dejó al cuidado de ella, según relata el adolescente.
“Cuando era chico me fui a vivir con mi abuela. Yo tenía seis o siete años, mi mamá se fue con alguna pareja y me dejó (…) no tenía a alguien que me controle (…) viste como es la calle”, dice.
Natalia Licardi, directora del centro Legarra, dice a CNN que la madre lo visita aproximadamente cada 15 días, y antes también su entonces pareja.
-¿Te viene a ver tu abuela?
-No, porque es una señora grande, no puede.
-¿A qué edad fue la primera vez que robaste?
-A los 12.
A la misma edad también probó la marihuana y otras drogas en pastillas, relata.
Brian no se acuerda qué fue lo primero que robó, dice. Trata de hacer memoria: “Y como todo chico, arrancás robando… no sé, un kiosco, te subís a una moto, robás un par de celulares, te subís a una moto…”.
“Motochorros”, un estigma que se replica en las noticias
En Argentina, a los jóvenes que roban bajo esa modalidad los llaman despectivamente “motochorros”. Es un robo a toda velocidad, ejecutado por dos personas sobre un vehículo; el de adelante maneja, el de atrás concreta el hurto, algunas veces desde arriba de la moto y otras, una vez ejecutado el delito, se sube rápidamente al momento de la fuga.
En los informativos de la televisión, son habituales las noticias sobre “motochorros”, generalmente acompañadas con videos del momento del delito. Muchas veces las víctimas caen al piso y resultan heridas con mayor o menor gravedad.
El proyecto que propone bajar la edad de imputabilidad a 14 años establece que solo habrá privación de la libertad cuando el delito cometido tenga una pena superior a los 3 años. En el código penal, los robos en los que medie “fuerza en las cosas o violencia física” pueden ser condenados con penas que van del mes a seis años de prisión.
Argumentos entorno a la baja de punibilidad
El propio presidente, Javier Milei, argumentó que “a delito de adulto, pena de adulto”, pero hay quienes apoyan el proyecto sin estar de acuerdo con afirmaciones como esa. Carla Carrizo, diputada de la Unión Cívica Radical, dice a CNN que la letra de la ley todavía está por debatirse y no es la definitiva. Según explica, el enfoque que proponen tiene que ver con una justicia restaurativa.
Sin embargo, Licardi, directora del Legarra y conocedora del funcionamiento de estos centros especializados, dice que las instituciones no están preparadas para esa función y señala la falta de recursos. “Si hubiese un programa en el que bajás la edad, y esos chicos puedan salir y tener un seguimiento, que puedan reforzar un montón de cosas para darles herramientas para que se defiendan en la vida… Pero lamentablemente estamos carentes de esas situaciones, hay falta de personal, están desbordados”, sostiene. “Se tendrían que rever un montón de otros factores más allá de meter a un chico en un cerrado. Tendría que haber una intervención previa, bien pensada”, subraya.
Según un posicionamiento de Unicef sobre justicia penal juvenil en Argentina, numerosos estudios “señalan que la privación de libertad es perjudicial para la salud física, mental y emocional y el curso de vida de los niños y adolescentes” y resalta que “la privación de la libertad, como medida habitual, es una herramienta de socialización de la violencia para los jóvenes que favorece la reincidencia”.
Un análisis del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia, de la Universidad Tres de Febrero en Argentina, concluyó que quienes reciben su primera condena a más temprana edad tienen carreras delictivas más largas y prolíficas.
Cesaroni señala que los chicos con estas problemáticas no suelen tener una vida pensada en función del delito. “El delito es algo tangencial. Están con su familia, van a la escuela a jugar a la pelota y pueden participar en algún delito”, explica. “Si el sistema penal ya los capta de tan chicos, los etiqueta con un cartel de delincuentes, el delincuente del barrio”.
La especialista en criminología considera que en esos casos el abordaje debería ser con otro encuadre. “Son adolescentes que tienen la inmensa mayoría de sus derechos formalmente garantizados por las leyes y en la práctica no garantizados por la realidad, o porque sus familias no pueden o porque el Estado no llega a ellos. Entonces, lo que habría que trabajar con ellos y con ellas es reponer esos derechos que no están garantizados. Que entiendan lo que hicieron, por supuesto, y trabajar con ellos para que no vuelvan a involucrarse en esas situaciones que son peligrosas para otras personas, pero también peligrosas para ellos”, dice.
Brian: “este lugar no es para nadie”
Brian dice que todos los que están en el Legarra tienen una historia, “casi todos la misma historia”.
-Este lugar no es para nadie. No es para mí ni para nadie, ningún chico de los que están acá. Pero, bueno, todos cometimos un error para llegar acá.
-¿Pensás que podría haber pasado algo distinto para que vos no termines acá?
- Y capaz que sí, más que seguro sí. Menos necesidad, más acompañamiento de la familia, muchas cosas para que yo no llegue a este lugar. Muchas cosas.